“Aunque la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo

es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades”

Ser completamente honesto. Acompañar a un niño en duelo significa ante todo NO apartarle de la realidad que está viviendo, los niños son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, se dan cuenta de que algo pasa y les afecta.

• ¿Cuándo y cómo dar la noticia? Aunque resulte muy doloroso y difícil, es mejor informarles de lo sucedido lo antes posible, buscaremos un momento y un lugar adecuado, le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras (”Ha ocurrido algo muy triste. El abuelo ha muerto, ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir…”).

• Explicar . Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo, “Ya sabes que ha estado muy enfermo durante mucho tiempo, la enfermedad que tenía le ha causado la muerte.  En el caso de que haya sido de manera repentina, por accidente o causa excepcional, hay que ser muy prudentes para evitar darles información que no pueden manejar.

• ¿Qué podemos decirles si nos preguntan el por qué? Es bueno que sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Nadie tiene la culpa.

• Para los niños menores de cinco años la muerte es algo provisional (creen que la persona que ha fallecido puede volver en cualquier otro momento). También pueden considerar que la persona muerta sigue comiendo, respirando, existiendo y que se despertará algún día. Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente (como por ejemplo sucede con los animales, las plantas…).

• Permitir que participe en los ritos funerarios. Darle la oportunidad al niño de asistir y participar, si así lo desea, en el velatorio, el funeral, el entierro… Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos. Si este aspecto no es posible u oportuno, es adecuado que la familia genere una vía alternativa para que el menor pueda despedirse de la persona fallecida y se sienta parte de este proceso.

• Si el niño no quiere verlo o participar en algún acto, no obligarle ni hacer que se sienta culpable por no haber participado. Estar atentos para poder identificar el momento en el que es mas fácil para el niño acercarse a la realidad de la pérdida. 

Animarle a expresar lo que siente. Los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si la familia acepta estos sentimientos, los expresarán más fácilmente y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”, pueden cortar la libre expresión de las emociones e impedir que se desahogue.

• En los niños la expresión del sufrimiento por la pérdida no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, irritabilidad, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar y alteraciones en la alimentación y el sueño.

Mantenerse física y emocionalmente cerca del niño. Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle, llorar con él, o dormir a su lado.

Los duelos difícilmente se viven solos y el compartirlos es una gran ayuda para aliviar el sufrimiento”

• Buscar momentos para estar separados, dejarle solo en su habitación, dejarle salir a jugar con un amigo…

“Aunque todos debemos intentar encontrar sentido a nuestras pérdidas y a la vida que llevamos después de sufrirlas, no hay ningún motivo para que tengamos que hacerlo de manera heroica, sin el apoyo, los consejos y las ayudas concretas de los demás”.

• Lo que más ayuda a los niños frente a las pérdidas es recuperar el ritmo cotidiano de sus actividades: el colegio, sus amigos, sus juegos familiares, las personas que quiere. También es bueno garantizarle el máximo de estabilidad posible. Asegurarles que vamos a seguir queriendo a la persona fallecida y que nunca la olvidaremos.

Estar atentos a la aparición de algunos signos de alerta como:

-Exceso de llanto durante periodos prolongados.
-Rabietas frecuentes y prolongadas.
-Apatía e insensibilidad.
-Un periodo prolongado en el que el niño pierde interés por los amigos y actividades que solían gustarle.
-Frecuentes pesadillas y problemas de sueño.
-Miedo a quedarse solo.
-Comportamiento infantil durante un tiempo prolongado (por ejemplo, hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo…)
-Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas.
-Imitación excesiva de la persona fallecida y expresiones repetidas de la voluntad de reencontrarse con él/ella.
-Importantes cambios en el rendimiento escolar o no querer a ir a la escuela.

Extraído de la “Guía para familiares en duelo”. Sociedad Española de Cuidados Paliativos.